Cuando te haces un corte, te das un golpe o tienes algún tipo de lesión, inmediatamente intentas ponerle remedio. En un principio pretendes hacerlo tú mismo/a, aplicando algún remedio casero, desinfectando la herida o con algún tipo de vendaje.
¿Pero qué ocurre cuando las heridas son en la mente? Esas tratas de esconderlas, no de curarlas, las ocultas en esa parte inaccesible del cerebro en la que nunca las buscas, en tú propio cajón desastre.
Para curar este tipo de heridas debes observar y pensar que al igual que las lesiones físicas, cada uno lleva su proceso de sanación. Algunas podrás curarlas tú mismo/a, mientras que otras necesitaras ayuda de un profesional, como si tuvieras la herida en la espalda, no llegas, alguien te tiene que ayudar. Y no por ello debes sentirte peor, ya que has sido capaz de entender y aceptar que necesitas ayuda.
Para sanar estás heridas, debes pasar por tres fases: amar, perdonar y agradecer.
Ama
Quizás el primer paso siempre sea el más difícil, ya que para ello debes darte cuenta que la herida no está cerrada y que al mínimo golpe puede volverse a abrir. El primer paso por lo tanto es reconocer que existe esa lesión.
¿Qué tiene esto que ver con el amor?
Esa es la base de todo, el amor, pero con un pequeño detalle, el amor hacia ti mismo/a, no a los demás, debes saber que tienes que amarte más que a nada ni a nadie, y no, no se trata de egoísmo, si no de realidad, ya que si no te amas no estás bien, y por lo tanto no conseguirás estar bien con los demás. Tampoco me refiero a que tengas que tener un tiempo para ti, que eso está muy bien, me refiero al hecho de valores cada momento, en cada cosa que haces, el no tener que depender de la opinión de nadie para saber si algo está bien o mal, pero sin llegar a juzgarte. Cuando las cosas se hacen desde el amor hacia ti mismo/a, todo se vuelve respeto, independencia, valoración y sanación. En resumen tienes que amarte con más intensidad que a cualquiera de tus seres queridos, sentir tú propio amor, para aceptar tus defectos y complejos, y empezar a ser feliz.
La segunda parte, una vez superada la primera, debe ser el amor a los demás. Cualquier acción que realices sin tener en cuenta los sentimientos de otros, está predestinada a un mal fin. Al igual que el “autoamor” , este debe ser real, sin mentiras, traiciones, estigmas… pensando en el otro como anteriormente lo has hecho contigo, sabiendo que cada momento le beneficiará, eso sí, siempre y cuando su beneficio no vaya en tú perjuicio, es decir, que por hacer algo bueno por otro te vayas a sentir mal.
En definitiva, amate y ama a los demás, la base de todo es el amor, y desde aquí no se puede fallar a nada ni a nadie.
Perdona
Pensaras, que antes me he equivocado, que el amor no es el paso más difícil, que es este. Pues no, no me he equivocado. Una vez que has superado y conseguido el primero, el resto es de lo más fácil, porque perdonar, surge del amor, sino, realmente no es perdón.
Cómo anteriormente primero deberás perdonarte a ti, por todos tus errores, tus malas decisiones, las cosas incompletas, tus propias promesas incumplidas… y sabes por qué lo harás, porque ya no te juzgas, ya solo te amas, y comprenderás que todo eso que hiciste, fue así porque no estabas bajo la influencia del “autoamor” que ahora te tienes, porque te cuidas y valoras a cada paso que das.
También deberás perdonar a todos y todo aquello que te ha causado mal, piensa que ellos tampoco estaban en posesión del amor, que nunca actuaron bajo él, y por ese mismo motivo nunca entendieron cómo y por qué te causaron tanto mal.
Agradece.
Último paso, el más fácil.
Agradécete y agradece a los demás, todas las situaciones vividas, todos los problemas encontrados, en general toda tú vida entera, porque sin cada segundo de tú vida, sin cada vivencia, no te arrepientas de nada no te habrías convertido en la persona “amante” que eres ahora y que nunca dejaras de ser. Compáralo con la metamorfosis de la mariposa, tuvo que ser gusano, y crisálida, antes de convertirse en el ser más bello.
Y como dice Pablo Vazquez Kunz “Vive la vida con la inocencia de un niño, pero con la responsabilidad de un sabio”.
Artículo escrito por Yu GM y Erika Rufo